El maestro carpintero de ribera canario Agustín Jordán ha sido la figura clave en la restauración del pesquero escocés Margaret Alison. Desde el verano de 2018 hasta su botadura en enero de 2023, lideró el proyecto con el apoyo de un equipo comprometido de voluntarios que trabajaron bajo su dirección en El Moll, en el Puerto de Arenys.
Su profunda pasión por las embarcaciones de madera y la construcción naval tradicional impulsa la misión de Agustín en la preservación del patrimonio marítimo. A continuación, recuperamos dos entrevistas realizadas mientras trabajaba en Arenys: la primera, en el verano de 2018, de la periodista Elena Ferran para El Punt Avui, al inicio de la restauración; y la segunda, en otoño de 2022, de Sílvia Abril para el programa La Recepta Perduda, cuando los trabajos en la nueva cubierta del barco estaban en plena marcha.
Agustín Jordán en “La Recepta Perduda” (fragmento en YouTube con subtítulos)
EL PUNT AVUI – 21 de agosto de 2018

AGUSTÍN JORDÁN, CARPINTERO DE RIBERA:
“Se ha perdido el amor por mantener un barco de madera”
Agustín Jordán es uno de los últimos artesanos de Lanzarote que construye embarcaciones de madera, un oficio en peligro de extinción. Su experiencia le ha llevado hasta el Puerto de Arenys, donde está restaurando un histórico pesquero escocés.
¿Está en riesgo el patrimonio marítimo?
Sí, y la gente debería tomar conciencia de la importancia de estos barcos. Los artesanos están desapareciendo y, por desgracia, es difícil encontrar jóvenes que quieran aprender a construir barcos de madera. Desde 2002, imparto cursos en Lanzarote para acercar el oficio a quienes quieran aprender.
Aquí es difícil encontrar carpinteros de ribera. ¿En Canarias también?
Hace veinte años había algunos, pero con la crisis del sector pesquero, muchos lo dejaron y sus hijos no continuaron. Es un trabajo muy laborioso. En mayo terminamos un barco de nueve metros después de un año de trabajo.
No es un oficio en el que se pueda ir con prisas…
No, hay que verlo como un arte, porque lo es. El alma del oficio está en diseñar y construir barcos junto con los marineros, adaptándolos a sus necesidades. La reparación o el mantenimiento de embarcaciones de fibra o acero es algo completamente distinto.
¿Se ha perdido esa alma?
A los marineros les da igual con qué tipo de embarcación salen a pescar. Se ha perdido el amor por mantener un barco de madera, y hay que fomentar que la gente los construya y los valore. Antes, los pescadores se hacían sus propias embarcaciones, sobre todo en islas donde salir a faenar era vital para la subsistencia.
¿Casi todo el mundo tenía un barco?
Quien podía permitírselo, porque era difícil conseguir madera en una isla sin árboles. La gente recogía la madera que encontraba en la playa.
¿Dónde aprendió el oficio?
No me viene de familia. Desde niño me sentí atraído por el mar y los barcos. Para mí, el hombre que los construía era el más inteligente del mundo. Mi hermano tenía amistad con el maestro Vicente Dorta, que hacía las mejores embarcaciones de la isla. Antes de trabajar con él, fui aprendiz durante cuatro años en el taller de Evaristo González. Construí mi primer barco para pescar cuando tenía diecisiete años. Cuando el maestro Dorta lo vio, no dudó en enseñarme a diseñar barcos. Era mi pasión.
Y la pasión sigue viva…
Digo que es como una enfermedad que empeora con el tiempo—cada vez quiero hacer más cosas. Desde 2008, cuando vine al Salón Náutico de Barcelona para mostrar cómo se trazan embarcaciones, me di cuenta de la necesidad de formar a quienes quieren construirse su propio barco. La autoconstrucción permite dedicarle el tiempo que se necesite, y el resultado pueden ser auténticas joyas.
Eso es lo que ha venido a hacer al Puerto de Arenys. ¿Cómo van los trabajos?
Estamos restaurando el Margaret Alison, un pesquero escocés construido hace más de ochenta años. Cuando la gente de El Moll me propuso el proyecto, no lo dudé—me parece un crimen dejar perder este patrimonio. Sacamos plantillas de las partes dañadas y las reconstruimos con las maderas originales, principalmente roble y pino nórdico, manteniendo cada detalle para conservar su autenticidad.
¿Encuentra similitudes en las técnicas de construcción?
Este es un barco fuerte y robusto, construido para faenar en los mares del norte. Sin embargo, su estructura se parece a la de otras embarcaciones, y los carpinteros de ribera siempre incorporamos técnicas de distintos lugares. En Canarias, cuando nuestra flota pescaba en Mauritania, comprábamos barcos de diversas procedencias—sobre todo vascos—y los mejorábamos.
Con la desaparición de las flotas, mantener el oficio es cada vez más difícil.
Sí, en Canarias se desguazaron todos los atuneros de madera, y las ayudas fueron para embarcaciones de otros materiales más tóxicos y contaminantes. La burocracia tampoco ha ayudado a la construcción en madera—necesitas tantos permisos que acaban costando más que el propio barco. En Canarias, hablar de barcos de madera es casi como hablar del diablo. Pero nosotros somos los primeros interesados en la seguridad, y debería haber más confianza en este oficio. Hay que replantearse hacia dónde queremos ir, porque con tan pocas facilidades y lo difícil que es aprender el oficio, la gente se desanima.
Ahora tiene a su cargo voluntarios y aprendices…
Sí, personas que valoran este trabajo y quieren conocer técnicas que se han transmitido con mucho esfuerzo. Trabajo con un equipo en el que hay jubilados que pasaron años en el mar y jóvenes que se plantean hacer de esto su profesión. No tengo secretos para nadie—enseño todo lo que sé.
¿Cuál es el barco más grande que ha construido?
Un pesquero de dieciséis metros, el Gla, que hicimos para la costa de Mauritania. El Margaret Alison es similar en volumen.
¿Cree que el Margaret Alison sobrevivirá otros 80 años?
Es posible que dure varias décadas más, pero cuando necesite una nueva restauración, quizá ya no queden artesanos. Las iniciativas de protección del patrimonio náutico también deben considerar el apoyo a los oficios y las artes del mar.




